lunes, 18 de octubre de 2010

Frágil como un suspiro

      A veces no alcanzo a comprender el mundo. Aunque claro, ¿quién lo comprende? Pero no es a eso a lo que voy. Intentaré ser más objetivo.

     El ser humano es razón, es pensamiento, son ideas y sentimientos. De esta naturaleza que mezcla cerebro, corazón y alma nacen los sueños. Es cierto que quizás se puedan malinterpretar con la codicia, pero eso serían más bien caprichos.

     Los sueños, lejos de los caprichos, son un estado, una situación o un hecho idílico que deseamos que nos ocurra y del que esperamos obtener la felicidad. Sí, esa maravillosa sensación que nos hace levantarnos con una sonrisa en la cara por las mañanas (aunque sea la mañana de un lunes). La felicidad es algo que va ligado a los sueños de una forma tan obligatoria como necesaria. Porque los sueños, lejos de ser más que un simple capricho o un deseo, suponen un logro, una meta, algo que siempre te acompaño en el camino y que te espera al final, un sueño supone un anhelo continuo, supone una recompensa plena a un sentimiento, un trabajo o una circunstancia. Y si algo caracteriza a los sueños, a parte de la felicidad que va ligada a ellos al ser realizados, es lo difícil que resulta hacerlos factibles. Es evidente que si fuesen fáciles y no diesen la felicidad, no serían dignos de ser llamados sueños.

    Todo el mundo tenemos un sueño. Todos tenemos sueños: desde el niño al adulto, desde el rico al pobre... Y a todos nos ilusiona verlos hacerse realidad. En este intento de hacerlos realidad, más de uno cometería incluso cierto grado de imprudencia, pisotearía a otras personas, mentiría y destruiría. Y es que hay que admitir que un sueño no se logra todos los días.

     Pero a veces, se arriesga, se lucha contra viento y marea, y de la mano de este esfuerzo o de una enorme suerte nos llega a nosotros la recompensa, cumplimos ese sueño.

     En este momento os estaréis preguntando que a donde quiero ir a parar. Tras años en busca de un "Santo Grial" del cual ya perdí toda fe de encontrar, hace cuestión de dos semanas se me cruzó delante mía. Sí, la sensación fue maravillosa. Fue un logro, un hito. Me sentía genial, vivo, realizado. Era mi gran sueño y se había hecho realidad. Estaba allí. Pero entonces me entró el miedo. Aunque ante los ojos de mis amigos y de los que me rodean soy una persona valiente, la verdad es que hay cosas que realmente me aterra. En concreto de mi padre he heredado una manía tan fea como delirante... Cuando mejor me van las cosas, cuando creo que estoy completo, cuando me siento feliz... entonces me embarga una sensación de miedo a caer, a perder lo todo, a perder ese sueño... Y así ha sido.

     En principio os parecerá increíble. ¿Cómo se puede perder tanto los papeles por un sueño? Pero es que la propia palabra lo dice: "SUEÑO". ¿Quién no perdería los papeles si tuviese a tiro un sueño? Y es que os puedo asegurar, que dentro de los sueños, era el mejor de ellos. Era inestable, era arriesgado... Era delicado, tan delicado que solo podía susurrarse y temía que no sobreviviera al invierno. Pero los vientos de otoño se lo llevaron antes incluso de lo que yo esperaba.

     No acuso a nadie. Yo sabía cuales eran los riesgos, yo sabía como de frágil era el sueño. Se perdió porque era lógico que ocurriese. Y aunque era algo que desde lo más profundo de mi alma, de mis miedos, me decía que tarde o temprano se iría... es inevitable recoger sal del alma y sal del ojo en cada recuerdo.

    Ahora al menos sé de que material se hacen los sueños y de que tacto es la seda que teje el cielo. 




     

2 comentarios:

manu dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
manu dijo...

soy manu, quiero que sepas que leere todos tus articulos desde este en adelante. y comentare en los que mas me lleguen al alma y este es uno de ellos,ke sepas ke para mi tambien a sido un sueño muy importante y maravilloso que se a perdido