The cave of the thought
jueves, 23 de octubre de 2014
Mi rincón favorito de Jerez
Este es mi rincón favorito. Mi ciudad puede que no sea una gran urbe; puede que no sea la cúspide y el estandarte del crecimiento económico; puede no ser muchas cosas, pero sí es una ciudad con encanto. Este es uno de esos sitios especiales, un sitio en el que te puedes sentar y quedar atónito con lo que ves, sobre todo si está atardeciendo.
Si alguien quiere tener esta foto en tamaño original y sin la URL del blog y no sabe como contactar conmigo, que lo comente en la entrada y le pasaré un link para descargarla.
miércoles, 8 de octubre de 2014
Tarde de invierno
Arropados entre unas sabanas arrugadas y algo alborotadas, descansábamos con los ojos clavados el uno en el otro. Habíamos transcurrido ya un rato así, en aquel limbo. De pronto abrió sus labios y me dijo:
- ¿No hace rato que deberías haberte marchado?
Me quedé pensando, entristecido por la idea de romper aquel momento. El dedo índice de su mano derecha se deslizó lentamente entre las sábanas hasta acabar sobre la esfera del reloj que estaba en mi muñeca izquierda.
- ¿Ves que hora es ya? Se te va a hacer muy tarde.
Me comentó medio en broma con una sonrisa mitad inocente y mitad traviesa.
- ¿Sabes? -Le dije-. Estoy muy cansado de ser esclavo del reloj. ¡Se acabó!
Dicho esto me quite el reloj y lo arrojé al suelo de la habitación, sin mirar, cayendo sobre mis pantalones revueltos. Sus ojos me miraron con un ápice de incredulidad y asombro.
- No quiero saber hoy nada más de horas ni relojes. No me quiero mover de aquí.
- Vaya... No es nada propio de ti. Eso que acabas de hacer es muy irresponsable.
Sonreí y quedé conmovido por la expresión de ilusión y perplejidad de su cara. Una breve carcajada se me escapó y, tras hacer resonar un beso en la habitación, le respondí:
- Sí, tienes razón, pero creo que, dentro de todas las irresponsabilidades que puedo cometer, esta será la irresponsabilidad más bonita que habré cometido nunca.
domingo, 27 de julio de 2014
El camino
Cuando me asomé a la ventana,
descubrí lo que durante tanto tiempo estuve sospechando: ya no estaba. Nunca
volvería.
Las últimas gotas de la lluvia de
la noche anterior se escurrían y deslizaban por la persiana hasta caer, casi a
cámara lenta, sobre el alféizar. Era hipnótico. No sé cuánto tiempo perdí
contemplando aquello, aun siendo consciente de que había cosas más importantes
que me atañían.
Me senté a los pies de la cama y
quedé absorto, pensando en cómo no me había podido dar cuenta antes. Era culpa
mía evidentemente. Tapé mi cara con las manos y aguanté la respiración. El olor
a tabaco barato en ellas era repelente. No volvería a fumar aquella mierda. “O
fumas bien o no fumes, para fumar porquería siempre quedará tiempo”, pensé.
Bajé las manos dejando al descubiertos los ojos y torné la cabeza hacia el escritorio. Allí seguía la
nota. Mirándome ciega, pero no muda:
«A veces en la vida encontramos
multitud de caminos. Habrá senderos llanos y bien pavimentados y habrá vías
angostas y escarpadas. Pero porque un camino sea duro no tiene que significar
que sea el camino incorrecto y que una vía sea fácil no quiere decir que sea la
mejor de las opciones. Lo importante es lo que encontramos detrás del camino,
al llegar a su final, y no todos los caminos llevan al mejor lugar o al lugar
que deseamos. Si la gente tuviese claro esto y se centrase más en el objetivo y
no en el medio, estoy segura de que no se pensarían tanto cruzar la mismísima
laguna Estigia a nado si con ello pudiesen alcanzar lo que siempre han buscado.
¿No lo crees? No deja de ser gracioso como a veces desechamos nuestras metas
por vagancia o cobardía, simplemente porque el camino es duro y nos olvidamos
totalmente de la consecución de la meta. No obstante nos autocontentamos con
pequeñas victorias de las que somos conscientes de que no son más que un
placebo. Una vez un gran hombre dijo: “[…] la poca prudencia de los hombres
impulsa a comenzar una cosa y, por las ventajas inmediatas que ella procura, no
se percata del veneno que está debajo de ella escondido.” No es mala, ¿eh? Ten
cuidado con el veneno oculto en lo fácil. ¿Has encontrado ya tu camino?»
Me puse la primera cazadora que
encontré en el armario, bajé las escaleras corriendo, le puse en el comedero al
perro un muslo de pollo de la noche de ayer y cerré la puerta tras de mí. Me
metí en el coche y su esencia aun estaba allí.
Arranqué y me puse en camino.
martes, 26 de marzo de 2013
III. De los principados mixtos.
[...] Todo esto nos
ha de hacer tener en cuenta que a los hombres se les ha de mimar o aplastar,
pues se vengan de las ofensas ligeras, ya que de las graves no pueden: la
afrenta que se hace a un hombre debe ser, por tanto, tal que no haya ocasión de
temer su venganza.
De todo ello
se extrae una regla general que nunca, o a lo sumo raramente, falla: quien
propicia el poder de otro, labra su propia ruina, puesto que dicho poder lo
construye o con la astucia o con la fuerza y tanto la una como la otra resultan
sospechosas al que ha llegado a ser poderoso.
El príncipe
Nicolás Maquiavelo
domingo, 17 de marzo de 2013
Florece tu sonrisa
Un símbolo en tu rostro florece
cuando en tus labios asoma una sonrisa,
que risueña, hace soñar donde pisa,
y si cesa mi sonrisa perece.
cuando en tus labios asoma una sonrisa,
que risueña, hace soñar donde pisa,
y si cesa mi sonrisa perece.
martes, 12 de marzo de 2013
El tulipán
Aun
recuerdo las magníficas historias de mi tío cuando se sentaba al atardecer en
el porche de su casa. Sí, suena a tópico, pero es como ocurría. Hoy recuerdo
una en especial… De aquella tarde, a parte de la historia, solo recuerdo que
estaba mirando la acera de en frente de casa y él se sentó al lado mía. Justo
entonces pasó por delante nuestra Carolina. Tuvo que ser muy sonado y emotivo
mi suspiro, ya que mi tío me contó una historia que hasta bastantes años
después no comprendí.
-¿Sabes,
Juan? –Me dijo sonriente-. No me había dado cuenta. Te has hecho ya un
hombrecito. Es realmente increíble… Creo, creo que te voy a contar una
historia. Quizás no la entiendas hoy, pero estoy seguro de que algún día te
ayudará.
Yo me quedé atónito, como en fuera de juego, sin saber muy bien qué ocurría. Tras apurar lo que le quedaba de café en la taza que sostenía mi tío, me empezó a contar.
Resulta que había una vez un
modesto hombre, que vivía una vida normal, con altibajos, como todo el mundo, y
que vivía en una casa normal, ni muy grande ni muy chica. Su perro, al igual
que su gato, tampoco es que fueran muy lumbreras. Tampoco tenía el mejor de los
trabajos, telegrafista. Era lo que yo denomino, una persona gris, una persona con una vida
apática. No sé… ¿Cómo te lo podría
explicar? ¡Sí! A ver, el señor Hartzenbusch era una persona que no tuvo nunca
suficientes motivos para llorar, pero tampoco para reír o ser feliz. Su
radiografía emocional era transparente.
Un día el señor Hartzenbusch
caminaba por la calle distraído, ignorante de lo que estaba a punto de
acontecerle. Siempre caminaba mirando al suelo. Justo estando andando así se
percató de algo. En el suelo, tirado, había un bulbo de una planta.
A alguien se le debió caer, pero ya no era de esa persona que lo perdió. Ahora era del señor
Hartzenbusch. Intrigado por saber qué tipo de planta sería lo llevo a su casa y
lo sembró en un gris tiesto que tenía, en el que hasta aquel momento solo había
sembrado perejil.
El señor Hartzenbusch esperó. Todas
las mañanas regaba la maceta impaciente. Estaba preocupado por la salud de su
bulbo. ¿Sería suficiente agua? ¿Sería demasiada agua? Si bajasen demasiado las
temperaturas de noche, ¿se podría quemar del frío? A veces se quedaba absorto
mirando la tierra bajo la que se encontraba la futura planta, hasta que un día
un brote verde surgió de la tierra. En la cara de nuestro protagonista se
plasmó una sonrisa enorme. “¡Al fin!” pensó. Su vida dejó de ser gris y se tiñó
de verde. Deseaba regresar del trabajo y ver cuantos milímetros había crecido
su planta ese día. El aseguraba que podía distinguir cuanto había crecido de un
día para otro. Con sumo cuidado la acariciaba, la regaba, la fertilizaba y la
vigilaba.
Un día, al volver del trabajo, vio
asomar un pequeño capullito. Por día que pasaba este se hizo más grande. ¿Y
sabes qué? Era un precioso tulipán. Un maravilloso tulipán naranja oscuro de
bordes amarillos. Estaba asombrado con su creación. Su esfuerzo, su dedicación,
su entrega y su devoción habían engendrado una maravillosa obra de arte que
ahora era suya y teñía su vida de forma policromática.
Un día se despertó y como todas las
mañanas fue a ver a su tulipán. Para su sorpresa, un par de abejas revoloteaban
a su alrededor. Esto le enfureció. ¡¿Qué hacen estas abejas mancillando mi
tulipán?! Entonces decidió cubrirlo con una especie malla verde, de
forma que ningún insectucho pudiese llegar hasta a su amado tulipán.
Pero claro, resulta que el tiesto
en el que lo había plantado estaba en el poyete de su ventana, que daba
directamente a la calle. La gente al pasar y ver al tulipán se quedaba mirando
la belleza de la flor. Y es que era una flor realmente increíble. Los niños se
lo señalaban a sus madres con el dedo moviendo la malla que protegía la flor. Al
señor Hartzenbusch toda esta admiración y manuseo no le gustaron en absoluto.
¿Y si alguien quedaba encandilado por su flor y decidía llevársela?
Decidió trasplantar su tulipán a
una pequeña maceta que puso en el interior de su salón, en un lugar donde
quedase lejos de la codicia ajena. Ahora era totalmente suya, ahora no corría
peligro, ahora solo él era su único admirador, dueño y poseedor. Pero entonces
se percató de una cosa… Alguien más podía admirarla. Alguien más era capaz de
colarse hasta su salón, traspasar la malla protectora y acariciar
su tulipán. El sol. Realmente ya se había vuelto rematadamente loco. Se
enfureció. Cerró las ventanas, corrió las cortinas y quedó satisfecho con su
victoria.
No pasó mucho tiempo hasta que el
tulipán murió. El señor Hartzenbusch se volvió a encontrar con nada, que es lo
que siempre había tenido, y su vida volvió a ser gris.
Mi
tío suspiro y se quedó en silencio.
-No
lo entiendo, tío. ¿Qué quiere decir tu historia?
-Que
las plantas necesitan sol para vivir.
-¿Solo
eso? Quiero decir, ¿no significa nada más?
Entonces
recuerdo que se quedó pensando, me miró y me dijo:
-Vigila
siempre tu carácter y tu forma de amar a tu alrededor. No destroces con mano
egoísta, torpe e inconsciente lo que la fortuna te brindó, el tiempo y el
trabajo te entregaron y de lo que tu corazón se enamoró.
domingo, 3 de junio de 2012
Vetusta Morla no olvida Lorca
Ha transcurrido ya más de un año, desde aquella trágica tarde del 11 de mayo, en la que el suelo tembló en Lorca. A día de hoy, hay aun muchísimo trabajo por hacer. Solares vacíos, en los que antes habían viviendas, pueblan la localidad murciana.
Como todos deberíamos hacer, Vetusta Morla ha querido aportar su granito de arena con dos conciertos. Dos conciertos cuya recaudación será destinada al Conservatorio Narciso Yepes de Lorca. Estos dos conciertos no han sido un evento normal. La banda madrileña se ha visto muy bien acompañada por la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. Ambos, juntos, han ofrecido en el Auditorio Victor Villegas de Murcia un espectáculo totalmente único en el que se podía respirar, no solo música, sino una instrumentación, una delicadeza y una magia, que a su misma vez desprendía esperanza, últimamente un poco escasa (no solo en Murcia sino en toda España). El resultado fue una evento increíble que arrancaba así:
Mis dos favoritas:
Y hubo otras:
Me ha encantado también la canción de "Boca en la tierra", pero para mi desgracia no la he encontrado en una calidad aceptable.
Especial agradecimiento a todos aquellos que habéis subido vídeos como estos a Youtube.
Fuerza a todos los habitantes de Lorca. No os olvidamos.
lunes, 28 de mayo de 2012
Sin luz en la biblioteca de Coloma
"BIBLIOTECA SIN
SUMINISTRO ELÉCTRICO,
SOLO ABRIMOS DE
10:00 A 13:00"
Estamos en época de exámenes y uno se puede encontrar este amable cartel informativo en la puerta de la biblioteca de Coloma, en Jerez de la Frontera. Este folio improvisado en el que se nos cuenta el dilema por el cual no abren lleva colocado desde invierno.
Planteo una serie de preguntas: ¿Tanto cuesta la factura de una biblioteca de menos de 200 metros cuadrados como es este caso? ¿No hay la misma cantidad de luz solar (ahora en verano) de 10 a 13 que de 17 a 20?
martes, 20 de marzo de 2012
El jilguero
Había una vez un joven, fiel amante de la naturaleza y sus encantos. Un día, saliendo de su casa, notó como de en un vecino árbol a su puerta salía un canto maravilloso. Un jilguero, con un canto como nunca había escuchado antes, prodigaba su habilidad musical por todo el entorno. El joven quedó fascinado y se sentó a oírlo. Minutos más tarde, el jilguero, asustado por la presencia de un perro bastante ruidoso se marchó y el joven quedó vacío. Pensó:
-Ojala pudiera tenerlo siempre conmigo. Si fuese así, podría deleitarme con el cada momento del día.
Lo cierto es que el jilguero quedó igualmente fascinado con el joven. Jamás había visto a nadie atenderle con semejante entusiasmo y con una mirada tan ilusionada y perpleja. Aquella mirada mostraba tal admiración que decidió a el mismo árbol todos los días, a la misma hora que salió el joven.
Y así fue. Hasta tal punto que se acostumbraron el uno al otro. Pero siempre ocurría algo que hacía espantar al pobre animal. El claxon de un coche, alguna motocicleta que pasase cerca, el mismo perro u otro… Cuando esto ocurría, tanto el joven como el pequeño ave, quedaban vacíos. No obstante la brevedad de estos encuentros hacía que las ganas del siguiente fuesen mayores.
Un día, el joven, cansado de no poder oírlo siempre que quisiera hizo un pacto con el ave. Aunque le enjaularía, le protegería, le alimentaría, le daría calor en invierno y sombra en verano, y, sobre todo, escucharía siempre encantado su hermoso canto. El jilguero aceptó de buen grado el trato, ya que sentía afecto por el joven y por su admiración hacia su canto.
Todo transcurrió de esa forma. El joven se sentaba durante las mañanas y las tardes de verano a escucharlo cantar y el jilguero, orgulloso, cantaba para su público. Posteriormente terminó el verano y el joven tuvo que incorporarse a las clases, por lo que ya solo podía escucharle cantar de tarde.
Según fue avanzando el tiempo, el joven se comenzó a dedicar aun más a los estudios y el tiempo que tenía libre lo dedicaba a ver la televisión, alguna película, jugar a algún videojuego o salir a la calle. El canto por el que antes tanta admiración tenía se fue consumiendo y eclipsando. ¿Quién sabe los motivos? La cuestión es que nuestro pequeño protagonista seguía cantando igualmente tanto de mañana como de tarde, con público o no, pues era su naturaleza. Cuando notaba cercana la presencia del joven insistía aun más en intentar dar una forma realmente maravillosa a la musicalidad de sus trinos, con el fin de intentar volver a robarle la atención que un día le prestó.
El invierno se acercó y el joven, tal como le prometió, le dio cobijo dentro de su casa, pero seguía olvidándose del motivo principal que hizo que el pequeño jilguero aceptase el trato: la especial entrega y trato hacia su canto.
Un día el jilguero decidió cantar como nunca había cantado antes, dejarse enteramente en la labor que tan especial le hacía. Pero como siempre, no hubo especial atención. Después de aquel día, el pequeño ave no volvió a cantar más y se percató de que el joven ni siquiera se había dado cuenta. Fue así como una fría noche el ave dejó escapar una lágrima, cerró los ojos y murió de frío, de frío del alma.
jueves, 8 de marzo de 2012
Breves confesiones y una declaración
Vida mía,
mi ángel,
el aliento más dulce
que jamás reposó en mi boca.
Tú,
habitas en mi alma,
la abrazas y la abrasas
con tus caricias y tus “te quiero”.
Tú,
me haces estremecer
con cada mirada, con cada beso.
Tú
me haces enmudecer,
mi corazón se acelera,
con cada roce de tu piel.
Tú,
a quien mi vida está anclada;
tú,
a quien rendí y ofrecí mi alma;
tú,
a quien me entrego enteramente;
Tú y yo,
aventurémonos a ser eternamente:
los labios de una misma sonrisa,
las lágrimas de un mismo mar,
seamos: yo para ti, y tú para mí,
en eso residiría mi completa felicidad,
solo en eso, no quiero más.
Y cada día te quiero un poco más, y cada día te llevo más dentro de mí... Rezo porque siempre sea así.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)